domingo, 20 de noviembre de 2011

¡Todo el tiempo Chiapas nos humilla!, dicen zoques




La voz de doña Carmela se apaga, brota el silencio. Confiesa su impotencia y abraza a sus nietos. “No quiero que ellos crezcan con miedo, no quiero que vivan pensando a qué horas vendrán los policías de Chiapas a humillarlos”, dice

ABUSOS. Los indígenas de la comunidad oaxaqueña han reportado agresiones y robos por parte de los policías chiapanecos (Foto: ALBERTO LÓPEZ EL UNIVERSAL )

Domingo 20 de noviembre de 2011
Alberto López Morales | El Universal
SAN MIGUEL CHIMALAPA.La voz de doña Carmela López, su semblante con las mandíbulas endurecidas y las manos crispadas, forman un mosaico de sentimientos que van desde el miedo, hasta el odio y la tristeza.

“Da coraje y tristeza. La verdad no se puede vivir con tranquilidad. Todo el tiempo hay problemas. ¡Todo el tiempo Chiapas nos humilla!”, exclama ante el ruido del helicóptero que lleva víveres y policías al ejido chiapaneco Gustavo Díaz Ordaz.
La voz de doña Carmela se apaga, brota el silencio. Confiesa su impotencia y abraza a sus nietos. “No quiero que ellos crezcan con miedo, no quiero que vivan pensando a qué horas vendrán los policías de Chiapas a humillarlos”, dice.
A 500 kilómetros al sureste de la capital oaxaqueña, el conflicto agrario que viven los chimalapas desde hace 44 años, en medio de abusos de ganaderos y talamontes, colmó la paciencia de los indígenas zoques.
“Cuando yo tenía nueve años de edad, los chiapanecos que vivían en Gustavo Díaz Ordaz quemaron mi casa que estaba abajito del río, en Las Delicias, y por eso nos venimos a vivir aquí”, explica y señala hacia su vivienda de madera de pino, donde la pobreza anida en cada rincón.
La casa de doña Carmela es igual que todas. Para alumbrarse por las noches se ayuda con un panel solar que apenas si tiene fuerzas para prender dos focos, la cocina es un fogón y en el patio de tierra unas gallinas y guajolotes pequeños pelean por un pedazo de masa de maíz.
“En febrero una enfermedad acabó con las gallinas del pueblo y nadie del gobierno se acordó que existimos”, dice plañideramente. “¿Qué Chiapas es más poderoso que Oaxaca?, le pregunto porque a cada rato llevan alimentos a Díaz Ordaz y mire, nosotros, estamos abandonados”.

Defensa ancestral

Los zoques son herederos de los Olmecas y cuenta que 1687 ellos compraron sus tierras a la Corona Española, en 25 mil pesos oro en una tsima (jícara) de lapa (oro) que en zoque significa Chimalapa.
Sin embargo, la selva chimalapa ha sido devastada por madereros y ganaderos a pesar de que desde marzo de 1967 las tierras zoques fueron tituladas por el presidente Gustavo Díaz Ordaz, que dotó a San Miguel con 134 mil hectáreas y a Santa María con 460 mil hectáreas.
En la defensa de sus tierras, que desde 1950 a 1977 fueron aprovechadas por la empresa maderera Sánchez Monroy, los zoques, como don Gustavo Jiménez, fueron a parar a la cárcel de Cerro Hueco, Chiapas.
“Los policías de Chiapas me sacaron de mi casa, de aquí en San Antonio, en enero de 1988 y me llevaron al monte y pegaron duro para que les dijera que un sembradío de mariguana era mío, que yo lo había sembrado”, dice don Gustavo Jiménez.
Después, dice, “los policías detuvieron a mi compadre Tino y don Juan Humberto Díaz. Ellos traían bolsas de frijoles, arroz y galletas que nos regalaba el Padre Lino (Tenorio), y dijeron que lo habían comprado con dinero del narcotráfico. A todos nos llevaron a Cerro Hueco”.
Como no había hombres en el pueblo, “pues las mujeres nos jalamos para el monte, con nuestros hijos pequeños que se enfermaron de sarampión, los policías de Chiapas entraban a las casas a robar como perros lo que dejamos”, dice doña María Luisa Ruiz.
Aquí nadie olvida que el 31 de diciembre de 1989, las mujeres regresaron del monte y detuvieron a dos policías chiapanecos. “Uno era el comandante y les quitamos sus armas y hubo una revuelta, con golpes y balazos y murieron los dos policías”.
Doña María Luisa recuerda que los policías chiapanecos llegaron a su vivienda: “¿Dónde está tu esposo?, me decían. Querían saber dónde estaba porque decían que él había matado a los policías. ¡Búsquenlo en la prisión de Cerro Hueco!, allá lo tienen desde enero, les dije”.
Don Gustavo Jiménez narra que su compadre Tino y don Juan Humberto Díaz fueron trasladados después al penal de Tehuantepec. Ahí alcanzaron su libertad en octubre de 1993.

Dolor de madre

En estos días, doña María Luisa, quien en 1989 huyó al monte con sus tres pequeñas hijas, dice que ha vuelto a pensar que van a regresar al monte, como en el pasado. “¡Aquí nadie se va, si vienen los policías de Chiapas, sólo muertos nos sacarán!”, responde su esposo Gustavo.
Gracias a Dios, añade, ahorita hay soldados que vigilan el camino, que cuidan que no entren los policías chiapanecos como lo hicieron antes. “Yo espero que el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué, nos defienda con más fuerza”, dice.
Sin embargo, su esposa, doña María Luisa, revela que tiene el alma adolorida. “Me duele alma, tengo el dolor de madre porque no sé cómo está viviendo mi hija en estos momentos. Ella tiene una niñita de siete años que quisiera ver, quisiera abrazar y quisiera besar porque es mi nieta”, dice.
María Elia, la hija de doña María Luisa y de don Gustavo, se casó a los 15 años de edad con el ejidatario chiapaneco José Delfino Flores, quien vive en Gustavo Díaz Ordaz, que formará parte del nuevo municipio chiapaneco llamado Belisario Domínguez.
“Antes ellos venían a visitarnos, aquí se estaban unos días, comíamos juntos y ahora ni siquiera sé dónde está ella porque ¿ya vieron los helicópteros?, dicen que los están sacando de ahí para llevarlos a otro lado. Mi dolor de madre es grande, porque quisiera tenerlos aquí”, cuenta.
El ejido Gustavo Díaz Ordaz, asentado sobre casi cinco mil hectáreas de tierras chimalapas, se fundó dos meses después de que el gobierno federal reconoció y tituló las tierras a favor de los zoques en 1967.
Dicho ejido, al igual que Flor de Chiapas, Ramón E. Balboa, La Hondonada, Rodulfo Figueroa, forma parte del nuevo municipio Belisario Domínguez, pero que, según los chimalapas, están en tierras zoques.
“Ya queremos vivir en paz”, ese fue el clamor de las mujeres zoques que recogió en días pasados el Visitador Adjunto de la Cuarta Visitaduría de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Gerardo Ocaña Rojas, quien arribó a la zona.
La paz pende de un hilo porque ejidatarios chiapanecos han anunciado que podrían desbloquear el paso que desde el 20 de octubre está cerrado en esta comunidad, donde el hambre aprieta, pero los zoques están resueltos a hacerse escuchar y nadie se mueve del bloqueo.
“Aquí vamos a seguir y vamos a resistir”, dice doña María, que como doña Carmela y doña María Luisa viven con miedo, coraje, odio y tristeza, “por el olvido, la desatención y las agresiones”.

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