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Alberto López Morales
Contra los mejores augurios que bordearon la llegada de la alternancia en Oaxaca y proyectaban la transición con plena gobernabilidad, el bono democrático que la sociedad le dio a Gabino Cué comenzó a diluirse con el agotamiento de la luna de miel entre el gobernante aliancista y sus aliados.
En 77 días Oaxaca registró nuevos conflictos poselectorales, enfrentamientos agrarios, asesinatos políticos, parálisis de la administración pública, escándalos por las renuncias de integrantes del gabinete y la brutal represión en contra de los maestros de la sección 22 del SNTE.
¿Qué pasó? ¿No se suponía que todas esas calamidades eran propias de un régimen antidemocrático y en descomposición? Todas las fuerzas políticas representadas en el Congreso se han sumado a la exigencia de que la violencia vivida el martes 15 sea investigada y que los culpables sean sancionados, pero los maestros ya señalaron que los responsables son tres funcionarios del gobierno del cambio: Irma Piñeyro, Bernardo Vásquez y Marco Tulio López.
Mientras en Oaxaca flota en el ambiente la incertidumbre ante la posibilidad de nuevos escenarios de protestas, en los círculos políticos del país se llega a la conclusión que las coaliciones opositoras son herramientas indiscutibles para ganar una elección, pero que son un fiasco para gobernar, empujar la transición y garantizar la gobernabilidad democrática.
Al margen de los resultados que arroje cualquier investigación sobre los hechos violentos del martes negro y de la veracidad de la tesis sobre la impericia de las coaliciones para gobernar, en Oaxaca la luna de miel entre el gobernador Gabino Cué y sus aliados llegó a su fin.
El gobierno del cambio insistió en la teoría de la infiltración, aunque no ofreció pruebas y la Secretaria General del gobierno, Irma Piñeyro declaró en forma patética que los maestros de la sección 22 del SNTE no tuvieron nada que ver con los hechos violentos que volvieron a sacudir a la capital de Oaxaca e ignoró olímpicamente la exigencia social para que deje el cargo.
Enfrente, los aliados de Cué Monteagudo se realinearon y lo menos que le dijeron al gobernador aliancista fue que “traicionó al pueblo de Oaxaca”. La organización Voces Oaxaqueñas Construyendo Autonomía y Libertad (VOCAL), dijo, al fijar su postura sobre la violencia, que la responsabilidad fue de Felipe Calderón y de Gabino Cué “quien demasiado pronto ha traicionado la confianza de los oaxaqueños que creyeron sus promesas de que nunca más la policía sería usada para reprimir la protesta social”.
Leopoldo de Gyves de la Cruz, legendario dirigente de la vieja izquierda que sufrió la persecución del aparato estatal, consideró, en un comunicado, que “los hechos de violencia del pasado 15 de Febrero en la ciudad de Oaxaca, fueron actos de represión a la Libertad de Expresión y al derecho a la disidencia contra el combativo movimiento de los trabajadores de la Educación organizados en la sección XXII del SNTE” y advirtió que “el gobernador Gabino Cué está muy a tiempo de corregir: manteniendo su compromiso fundamental con las causas progresistas de la sociedad oaxaqueña, hacer los reacomodos necesarios en la estructura del gabinete ampliado y que el trato con el movimiento social sea directo y expedito. Esto apenas sería un buen comienzo. De lo contrario, el escenario próximo puede ser de mayores confrontaciones que, si rebasan sus actuales límites, los costos serán mayores y se tendrá que rectificar a la fuerza”.
Los dirigentes del Frente Estatal de Víctimas de la represión, que ayer protestó con ayuno de 12 horas en la capital, calificó como “lamentables y vergonzosos los resultados del gobierno de la alternancia, en materia de justicia y derechos humanos a 78 días de su gestión” y deploró “el servilismo mostrado por el Gobierno del Estado, ante el Gobierno Federal, en la implementación de los dispositivos de seguridad y que redundó en ataques y provocación gubernamental, hacia los manifestantes”.
No hay duda. La luna de miel llegó a su fin y el gobierno aliancista está obligado a responder con prontitud los reclamos de sus aliados.
DE REFILÓN: El pequeño legislador perredista se vio muy movido frente a los abusos que sufrieron los migrantes centroamericanos, pero frente a la violencia policiaca que lastimó a la sociedad no se ha visto tan decidido en su condena.
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