jueves, 24 de febrero de 2011

Avanza el gatopardismo en Oaxaca

JUCHITÁN INFORMA
Alberto López Morales
     Políticamente el gobierno de la alternancia que encabeza el aliancista Gabino Cué Monteagudo está atado y difícilmente empujará con éxito hacia la anhelada transición democrática.
     ¿Qué es temprano para llegar a una conclusión que podría ser injusta? Sí, es temprano porque aun no llega a sus 100 primeros días de gobierno, pero por esa misma razón, es necesario que se aprovechen las primeras luces del amanecer para impedir que gane el gatopardismo.
     Salvo el reparto de cuotas en el gabinete, que por cierto dejó insatisfechos a sus aliados de la izquierda, el gobierno aliancista no ha cumplido en la esencia de las expectativas que generó su candidatura: cambiar la forma de hacer política.
     Hasta ahora, todo sigue igual. Parafraseando a la periodista Denise Maerker, que en su colaboración del martes cuestionó a algunos grupos sociales como el magisterio que en el régimen priísta protestaban y ahora “actúan como siempre, piensan como siempre y quieren lo de siempre”, pues resulta que el gobierno aliancista actúa, piensa y quiere lo de siempre desde la perspectiva priísta.
     Hasta ahora ¿Qué ha cambiado en Oaxaca? Solo los hombres y nombres del poder. Después nada o casi nada. Este gobierno hasta burbuja tiene, como en el pasado ulisista. Los secretarios del gabinete no tuvieron ni facultades para colocar a sus colaboradores como los subsecretarios, directores o jefes, mucho menos para que les dieran luz verde a sus propuestas de organigramas.
     El gabinete muestra, además del pago de cuotas al PAN, PRD, PT, Convergencia y ex gobernadores, el regreso de connotados priístas. Para no ir muy lejos, ahí sigue en el centro de la polémica la señora Irma Piñeyro Arias y con discreción, desde la coordinación de Proyectos Estratégicos del Poder Ejecutivo, José Antonio Estefan Garfias.
     ¿Se puede gobernar diferente si arrastran los vicios del priísmo? No hay duda que en Oaxaca no gobiernan los mismos de hace seis años, pero están gobernando los mismos que gobernaron en los sexenios de Diódoro Carrasco y José Murat. ¿Eso es malo?, si son buenos pues no, pero esa no es la cuestión. El problema reside en que gana el gatopardismo. O sea, cambiar para que todo siga igual.
     Atado con los compromisos políticos y económicos que adquirió en la campaña y que lo llevaron al triunfo, Gabino Cué tiene poco margen, y la primera percepción que se tiene de él, es que aparece como un gobernador débil. Su alianza con el presidente panista Felipe Calderón terminó por confrontarlo con un sector de la sociedad oaxaqueña que no olvida los agravios del 2006 y ese mismo sector, que fue su aliado natural en el pasado, hoy cuestiona la ausencia de políticas en contra de la impunidad.
     Gabino Cué apoyó al ex priísta Ángel Aguirre Rivero, quien ganó el gobierno de Guerrero. Estuvo al lado de Marcelo Ebrard, pero en Oaxaca los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, se molestaron. Gabino Cué, con esa variedad de posturas políticas, está ahondando el divisionismo entre los perredistas oaxaqueños.
     Eso no es lo relevante. Lo grave es que a partir de ese divisionismo, los funcionarios perredistas están llevando los enconos y disputas a las comunidades. No solo donde hay más de 20 conflictos poselectorales, sino donde aun no hay problemas, porque hay “operadores políticos” o “gestores sociales”, cachando a líderes naturales o institucionales que llevan sus demandas a los funcionarios que despachan en la llamada Ciudad Administrativa.
     Es cierto que después de las elecciones locales del año pasado, Oaxaca tiene por primera vez un Congreso local donde el PRI ya no es mayoría. ¿Pero en qué le ha servido a los oaxaqueños si al final los líderes partidistas y parlamentarios dejaron para después la transición y comenzaron a despacharse con la cuchara grande en la asignación de cargos, recursos y hasta administradores municipales que finalmente fueron rechazados en los pueblos?
     Oaxaca es complejo por todo lo que tiene. Fuera de nuestras fronteras es típico el comentario burlón de que “hasta el quesillo enredan”. En la actualidad sobran conflictos políticos, agrarios, religiosos, académicos. Hay temas en materia de justicia y de seguridad que están pendientes, pero… parece que el gabinete no oye, no ve y por lo consiguiente no actúa.
     Un ejemplo: en Santo Domingo Ingenio, donde hay una millonaria inversión con la construcción de cuatro parques eólicos (cada uno invertirá más de 120 millones de dólares), hasta ahora nadie del gobierno ha escuchado el reclamo de los campesinos, siquiera para impedir un nuevo y prolongado bloqueo de la carretera Panamericana.
     Segundo ejemplo: Castigado por el abandono oficial, por las sequías y por las inundaciones, la agricultura de Oaxaca se vuelve cada día más deficitaria, pero eso sí, el señor secretario de agricultura, Salomón Jara, se toma la foto al lado de unos de los personajes acusados por depredar el ingenio azucarero de El Espinal, don Porfirio Montero Fuentes y anuncia que juntos van a promover la exportación de los productos agrícolas de Oaxaca.
     DE REFILÓN: ¿Nadie le dijo a Salomón Jara que fue don Porfirio el que propició aquel encuentro con pastores evangélicos en el rancho La Soledad, donde nació la frase de “Solo Dios quita y pone autoridades”?


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