JUCHITÁN INFORMA
Alberto López Morales
En un régimen democrático, por menos de los 10 muertos registrados en Santiago Choapam, como resultado del conflicto poselectoral, ya hubiesen rodado las cabezas de los responsables de la política interna, pero en Oaxaca todos se echaron la bolita como papa caliente y nadie asumió su responsabilidad ante los trágicos hechos que dejaron en la orfandad a más de 30 menores de edad.
¿Qué espera Irma Piñeyro para presentarle al gobernador Gabino Cué Monteagudo, su renuncia al cargo de secretaria general del gobierno de Oaxaca? ¿Que se registren nuevos enfrentamientos en los otros municipios que aun arrastran sus conflictos políticos y electorales?
En Oaxaca, se supone, estamos ante un gobierno democrático y por esa razón los diputados locales deberían pedir la dimisión de la secretaria general del gobierno de la entidad por razones obvias: no opera la política interna y surgen los enfrentamientos sangrientos.
En un acto de congruencia política, el legislador del Partido del Trabajo (PT), Flavio Sosa, quien es acusado de ser uno de los protagonistas de ese lío poselectoral, debería separarse del cargo para que sea investigado. Porque conociendo la postura política del legislador, eso hubiera él pedido si estuviera en otra trinchera.
Oaxaca está herida. La sangre la están poniendo los indígenas y los políticos se disputan los votos. Los políticos ven en cada conflicto una oportunidad para crecer electoralmente y nada los sensibiliza ni conmueve, pese a las recientes 10 muertes registradas en Choapam.
La entidad no está viviendo ni la paz ni el progreso que prometió Cué. Apenas ayer, la legisladora local perredista del distrito de Matías Romero, Rosalinda Domínguez Flores denunció en conferencia de prensa que los recursos del programa pilar del gobierno aliancista, Bienestar, no están aterrizando a las comunidades. El gobierno de Cué ya cumplió seis meses y no está cumpliendo con sus compromisos de campaña, señaló ayer en compañía del célebre René Bejarano.
Por encima de los conflictos poselectorales que están convertidos en focos rojos, como los que se viven en Astata, San Miguel Chimalapa, San Juan Cotzocón y Pinotepa de Don Luis, hay un problema mayor: los funcionarios del gobierno actúan frente a esos líos como representantes partidistas y no han sido capaces de entender que ya son gobierno y no logran despojarse de sus signos políticos.
Oaxaca está herida porque prevalece la impunidad, carece de diálogo y voluntad de los actores para ceder en sus pretensiones por el poder y al lado de los conflictos poselectorales hay otros de mayor riesgo, como la existencia unos 350 conflictos agrarios, entre ellos uso 15 considerados como focos rojos, pero los políticos de Oaxaca ya están montados en la campaña presidencial del 2012 y el gobierno de coalición empieza a resquebrajarse a partir de las exigencias de los líderes partidistas que exigen más del gobierno de Cué, para sus causas respectivas y nadie repara en el dolor de las muertes y de los enfrentamientos.
Hasta ahora han sido patéticos los exhortos institucionales para que los actores políticos asuman sus respectivas responsabilidades en la conducción civilizada de los conflictos. Son como las llamadas a misa. No hay en Oaxaca signos del verdadero cambio, hasta ahora solo se ha visto la alternancia rebajada a la frase del “quítate tú, para que me siente yo”. La transición se estancó y amenaza con truncarse.
DE REFILÓN: Rogelia González Luis, representante del grupo de mujeres “8 de marzo” y dirigente perredista de la corriente “Simona Robles”, en Juchitán, exhibió a los líderes coceístas como misóginos al excluirla de la recepción, en el templete, que le harán a AMLO el jueves 19 de mayo en la ciudad zapoteca.
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