Alberto López Morales
A los maestros de
la sección 22 del SNTE les quedó grande la responsabilidad de dirigir al
Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), como también le quedó
grande el Poder Ejecutivo a los integrantes del gabinete del cambio, al igual
que los diputados locales que empequeñecieron frente al Poder Legislativo y
grande quedaron para los dirigentes partidistas los desafíos de Oaxaca.
Frente a esos
poderes empequeñecidos ante sus responsabilidades, la sociedad oaxaqueña
observa en estado somnoliento y casi impasible el derrotero de sus vidas
sumidas en el naufragio provocado por el caos, el desapego a la legalidad, la impunidad,
la corrupción, el desaseo, el incumplimiento de promesas y de los discursos y
poses aderezados por una guerra fratricida conocida también con el nombre del
relevo sexenal.
Nunca como ahora,
la entidad oaxaqueña había estado envuelta en un estado de desesperanza,
crispación, de odio, de contrastes y de confrontación alimentado por la
ambición del poder. Hoy, a diferencia del pasado que se remonta en los últimos
34 años, Oaxaca se desgarra con mayor rapidez y lejos de que sus heridas
cierren, se mantienen vivas y laceran su tejido social.
Los maestros de
la sección 22 del SNTE, o más bien sus dirigentes sindicales, encontraron con
el control del IEEPO (recursos financieros, humanos, infraestructura y demás),
desde el último año que Heladio Ramírez López, dejó la gubernatura, la
comodidad primero y la oportunidad después, para convertirse en un ente sosegado
que se dejó conducir por la inercia del pasado para que todo siguiera igual en
todos los ámbitos de la vida educativa de la entidad.
Han pasado 34
años desde que nació el movimiento magisterial y en Oaxaca nadie asume su
responsabilidad frente a la caída de los niveles de educación traducida en
reprobación, deserción, déficit en infraestructura educativa, o sea escuelas
sin techo, sin salones dignos de clases, equipamiento con tecnología
informática, bandas de guerra, pizarras, bardas, agua, drenaje y
electrificación, entre otras carencias que existen lo mismo en las zonas
rurales marginadas que en las áreas urbanas que rodean como cinturones los
pocos centros urbanos como Tuxtepec, Salina Cruz, Huajuapan, Juchitán y la
misma capital.
Los integrantes
del Poder Ejecutivo, como una mezcla variada de frutas, con perfiles
disímbolos, inexpertos algunos en las artes de la administración pública,
demasiados sapientes otros, acotados todos por un poder tras el trono, han
mostrado que les quedó muy grande la responsabilidad. No se podía esperar más
de un gobierno que llegó comprometido con todos, menos con las oaxaqueñas y los
oaxaqueños, aunque en campaña hubiesen prometido el oro y el moro a la sociedad
oaxaqueña que cansada de tantos años de gobiernos priístas, compró con un
cheque en blanco a los políticos del cambio, del trapecio y de las truculencias
que ya decepcionan y cansan ante la nula respuesta de justicia, desarrollo, paz
y progreso.
¿Qué decir de los
diputados locales? Tienen hasta ahora la responsabilidad de garantizar leyes y
reglamentos que rijan la vida de los oaxaqueños, pero…les quedó grande la
responsabilidad porque como auténticos muñecos de ventrílocuos, hablan por sus
padrinos que negocian en lo oscurito con los que arrecian su disputa adelantada
por la sucesión gubernamental.
Los líderes de
las fuerzas políticas tampoco llenaron los huecos que dejaron los otros poderes
desinflados por la autocomplacencia del discurso simulador. Dejaron de lado las
urgencias sociales y económicas de Oaxaca y se sumergieron en las profundidades
de la intriga palaciega interna para mantenerse vivos de cara al proceso
federal del 2015 y al proceso local del 2016. Andan en busca de que no queden
fuera del presupuesto una vez que concluyan sus periodos. Pobre Oaxaca que a
todos sus actores les quedó grande, muy grande la responsabilidad, frente a la grandeza de Oaxaca y de sus desafíos.
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