Alberto López Morales
JUCHITÁN, Oax.- Doña
Sofía nació en 1915, cuando el país se desangraba por las cruentas luchas que
protagonizaban los carrancistas, villistas y zapatistas. Desde ese entonces a
la fecha, esta mujer zapoteca ha vivido los cambios registrados en el último
siglo en México y en el mundo.
“En las fiestas
me preguntan cuántos años tengo y yo les digo que tengo muchos, muchos años”,
comenta en zapoteco, doña Sofía Valdivieso López. Ella nació el 18 de
septiembre de 1915, conocido como el Año del Hambre durante el periodo de la
Revolución Mexicana (1910/1917).
Por la mañana del
domingo 20 de septiembre, previa cita acordada con Israel, uno de sus 29
nietos, visité a doña Sofía. Estaba descansando sentada en una hamaca de hilos
blancos y cafés. En el corredor de su vivienda, platicaba con su hija Georgina,
de 70 años.
― ¿Georgina
es la mayor?, ―pregunté dos veces en voz alta porque doña Sofía escucha
muy poco “por su edad”, aclararon sus familiares, quienes con orgullo revelaron
que la doña no tiene otras dolencias. Eso sí, siempre es atendida por un
cardiólogo y un internista, dijo Georgina.
―No, la
mayor se llama Tomasa. Vive y tiene 84 años, ―responde con fuerza doña Sofía,
mientras sus pequeños ojos brillan detrás de los trasparentes espejos de sus
lentes. Tomasa, explica su hermana Georgina, nació cuando doña Sofía tenía 16 años
de vida.
HISTORIA Y
TRABAJO
Doña Sofía nació en La
Ventosa, agencia de esta ciudad juchiteca. Sus padres Mauro Valdivieso y
Leonarda López Lucho, fueron de los primeros fundadores de esa comunidad
zapoteca que en la actualidad cobija a cientos de aerogeneradores que producen
electricidad a través del viento.
―Mi mamá tuvo once
hijos, cinco hombres y seis mujeres. Además, cuando murió una de sus dos
hermanas, ella se encargó de sus hijos. Tres hombres y tres hijos. Mi mamá nos
cuenta que vivió una etapa muy d
ura porque enviudó luego.
Doña Sofía nació en una
época difícil para el país. No fue a la escuela. “Apenas conocí dos tres
cartillas (para aprender a leer)”, me dice entre una sonrisa que quiere ser
pícara. Justo en el año que nació, la literatura mexicana se enriquecía con la
novela Los de Abajo, de Mariano Azuela.
“De niñas, nosotras
queríamos saber más de la vida. Queríamos oír las historias de la Revolución
Mexicana. Ella a veces accedía, pero de pronto se paraba y con energía nos
mandaba a vender las tortillas que hacía para sobrevivir”, recuerda Georgina.
― No había tiempo para
las historias. El tiempo se aprovechaba en en el horno y para salir a vender
tortillas y gueta biingui (pan de maíz horneado y con camarones en su interior),
―añade Georgina mientras que de la cocina se desprende un rico olor del caldo
de res para doña Sofía.
A sus 100 años de edad
cumplidos, doña Sofía bebe en las mañanas un champurrado con pan. “Come de
todo, guiña doo bendabúa (mole de amarillo con camarones), pescado, tortillas
de comiscal y queso fresco”, revela Israel, su nieto quien tiene su casa al
lado de las vías del tren.
LA FIESTA
DEL CENTENARIO
Poco después de las
cinco de la mañana del viernes 18 de septiembre, los vecinos de la Segunda Sección
de esta ciudad zapoteca despertaron con las explosiones de los cohetes que
cimbraron el cielo estrellado y rompieron la quietud del amanecer. Era el
inicio de la centenaria festividad.
Doña Sofía y sus hijas
perdieron la cuenta de los integrantes de esas cuatro generaciones que ella vio
nacer. Saben que ella tiene 29 nietos que ya se casaron, pero nadie sabe
cuántos bisnietos son. Los bisnietos también procrearon familia y nadie sabe
cuántos tataranietos hay.
Por la mañana de este
domingo, Israel, uno de los 29 nietos, me recibió en su casa. Tenía en la mano
tres hojas de una libreta tamaño profesional en donde anotó una larga relación
de nombres. “No he podido completar la lista de los bisnietos y tataranietos”,
me dijo algo apenado.
Músico, bajista en un
grupo musical, Israel compartió su equipo de sonido a la abuela Sofía el
viernes de los 100 años. Vecinos, familiares, amigas se congregaron bajo una
gran lona adornada con globos color rosa para desearle lo mejor a doña Sofía.
Doña Sofía, quien nació
justo un día antes del nacimiento de Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés
(1915/1973), mejor conocido como Tin Tan, el actor, cantante y comediante
mexicano, está orgullosa de su vida, de su familia y de lo que logró desde las
penurias con la venta de tortillas.
Con el cuidado de su
hija y nieto, doña Sofía Valdivieso López se recuesta en la hamaca. Su delgada
y pequeña figura casi se pierde entre los hilos color café y blanco. El sol
pega en el patio de tierra, la hamaca se mece bajo la sombra y desde la cocina
el caldo de res invita a la comida.
― Si mañana despierto
viva, es gracias a mis hijas, a mis nietos, a mi familia que ha cumplido
conmigo, que me festejaron mis 100 años con una fiesta, pero también en la
iglesia para darle gracias a Dios por la vida, ―expresa agradecida.
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