JUCHITÁN, Oax.- México
vive una situación difícil y dolorosa, consideró el obispo de la diócesis de
Tehuantepec, Óscar Armando Campos Contreras, quien exigió a las autoridades, a
los líderes de los partidos políticos, a los maestros y a la misma iglesia,
para que en un examen de conciencia digan qué están haciendo para frenar la
violencia, la impunidad y la corrupción que laceran la vida de los mexicanos.
El obispo Campos
Contreras ofició en esta ciudad zapoteca una misa para conmemorar el 50
aniversario del retorno de la imagen de San Vicente Ferrer, patrono de
Juchitán. Cuenta la historia que San Vicente Ferrer fue robado de la iglesia
por el entonces gobernador de Oaxaca, Félix “El Chato” Díaz, en 1870, en
venganza porque los juchitecos se negaron a pagar impuestos que consideraban
injustos. 94 años después, la imagen apareció en San Blas Atempa y el 10 de
octubre de 1964 regresó a esta ciudad zapoteca, donde es venerado por los
católicos como su Santo Patrono.
Frente a la
feligresía que, convocada por las sociedades de las Velas y representantes de
las colonias que llevan el nombre del santo valenciano, se concentró en el
atrio de la iglesia San Vicente Ferrer, el obispo de Tehuantepec exhortó a los
ciudadanos a que dejen de ser solo “espectadores” frente los tiempos difíciles
y dolorosos que vive el país provocados por el crimen organizado, el
narcotráfico, la injusticia, la corrupción y la impunidad.
Así como San
Vicente Ferrer, luchó en su tiempo por la unidad de la iglesia, las familias
istmeñas deben luchar por la unidad para enfrentar todos los males que afectan
a los gobernantes, que dañan a las instituciones y amenazan con destruir a la
sociedad, señaló durante su homilía, donde dijo que no solamente debe
preocuparnos la violencia que se vive en Michoacán o los hechos violentos de
Guerrero, sino debemos preocuparnos por lo que sucede en Oaxaca y aquí mismo en
Juchitán, donde prevalece el encono y la división. “No nos hagamos”, indicó.
Los festejos por
los 50 años del regreso de San Vicente Ferrer a Juchitán comenzaron desde el
viernes, cuando unas 300 personas, mujeres en su mayoría, realizaron una
procesión festiva por las calles de la ciudad, con la imagen del santo
originario de Valencia, España, al frente, y entre cánticos religiosos, sones
regionales, cohetes que iluminaron el cielo, flores como rosas rojas y
demostraciones de fe, llegaron a la iglesia de santo patrono de los católicos
juchitecos.
En Oaxaca también
se viven momentos difíciles, dijo el obispo de la diócesis de Tehuantepec. Hay
problemas económicos, dificultades políticas, problemas sociales, pero todos
debemos colaborar para encontrar el camino del desarrollo, porque como el país,
Oaxaca también reclama paz, Oaxaca, como México exige freno a la violencia y
demanda el fin de la impunidad y la corrupción, señaló.
Frente al alcalde
juchiteco, Saúl Vicente Vásquez y una representación de las autoridades del
vecino municipio zapoteca de San Blas Atempa, el obispo llamó a los gobernantes
de todos los niveles para que juntos luchen por desterrar la violencia porque
“no hay que ser ilusos”, la violencia no será desterrada con más policías ni
con mayores armamentos, sino con la recuperación de los valores y los
principios para alcanzar la reconciliación que México reclama y necesita.
En entrevista, el
obispo llamó a los dirigentes de los partidos políticos para que blinden la
elección de sus candidatos a cargos de elección popular en las elecciones del
2015, para que se evite la intromisión de los males que luego afectan a las
instituciones y quieren destruir a la sociedad.
Para las
elecciones del 2015, los partidos deben olvidar el lenguaje del encono y de la
violencia y deben proponer políticas a favor del desarrollo de Oaxaca,
sentenció.
Al término de la
misa, el alcalde de Juchitán, Saúl Vicente Vásquez entregó a una representación
del ayuntamiento de San Blas Atempa, un reconocimiento del pueblo juchiteco al
pueblo blaseño por resguardar en secreto durante 94 años la imagen de San
Vicente Ferrer que durante la lucha contra el imperio francés, en 1866, unió a
ambas comunidades en la defensa del territorio del Istmo de Tehuantepec y
lograron, al lado de otros pueblos del Istmo y bajo el manto protector del
santo valenciano, derrotar a los soldados invasores.
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