viernes, 29 de junio de 2012

En busca de la gracia



Alberto López Morales

     Solo fueron 30 segundos, pero la escena fue suficiente para recordarnos que la política mexicana construye muchas veces su propia religiosidad desde esa curiosa mezcla de convicción y creencia, donde todos van tras la búsqueda de la inexistente túnica, el contacto abstracto, la sonrisa y la mirada que otorgan la salvación.

     El candidato concluye el discurso que gigantescos altavoces diseminan a lo lejos, truenan en el cielo los cohetes, la batucada arrecia sus tambores y el grupo musical prende el ambiente. El candidato baja del sólido templete cubierto de pequeños trozos de papeles multicolores y su paso todos se enfrascan en la batalla en busca de la gracia.

     Da la impresión que para unos es el líder, para otros el guía. El candidato se abre paso con dificultad. Parece que es el faro que ilumina el trayecto seguro hacia el puerto. Los gritos de la multitud no cesan, arrecian y compiten con la estridente música. El candidato saluda de manos, recibe abrazos, tiene la ropa empapada de sudor… se deja querer.

     La multitud baila, salta, aplaude y grita. Cada quién, según su fe, su creencia, su convicción alcanzó la gracia. Sabe o siente que de regreso a su realidad, tercamente jodida, lleva en lo profundo de sí misma, la sonrisa de su salvación.

     Fueron solo 30 segundos, pero la escena fue suficiente para decirnos que el comportamiento de la multitud es similar ante el guía. Se vivió en la tarde del cierre de la campaña electoral de Samuel Gurrión, aspirante priísta a la diputación federal por Juchitán.

     Escasos 30 segundos que también se vivieron con Andrés Manuel López Obrador, frente al palacio. Se repitió con Enrique Peña Nieto, en el deportivo Binizá. Con Benjamín Robles Montoya, candidato izquierdista para el Senado, en el salón con ateniense nombre de Acrópolis, con el ex gobernador priísta Diódoro Carrasco Altamirano, convertido al panismo ahora, al aire libre en el cruce de dos céntricas calles juchitecas y con Eviel Pérez Magaña, candidato priísta al Senado

     Las campañas llegaron a su fin, y en el camino dejaron gorras, playeras, llaveros, cornetas, destapadores, carteles con rostros embellecidos con la magia del photoshop, pendones, termos, vasos, despensas, cemento, condones, discursos, gacetillas, trípticos, encendedores, mandiles y toda clase de objetos que uno pueda imaginarse, pero no solo eso.

     Las campañas llegaron a su fin, pero dejaron también la preocupación de que el país aún ve a sus candidatos y futuros gobernantes y legisladores como los que otorgan la gracia y la salvación. Como el México de los caudillos, que en la postrimería de la Revolución Mexicana resolvían sus diferencias a punta de balazos.
     ¿Por qué la multitud que disputa la gracia del líder/guía/faro y casi omnipotente no se atreve a mirar al futuro gobernante o legislador como uno más que destacó de sus entrañas? Sí, la carga del presidencialismo y la herencia del caudillo siguen vigentes con el aderezo de la precariedad. ¿Hasta cuándo?

     Fugaces 30 segundos que en la línea del tiempo son siglos de historia que los mexicanos no quieren o no pueden romper y que los iluminados tampoco desean desperdiciar.

tecoloma@yahoo.com.mx
@alberticolopez




     

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