ALBERTO LÓPEZ MORALES
El decepcionante gobierno del cambio, que incumplió
con su lema de paz y progreso para Oaxaca, llega a su fin en este 2016. La transición
quedó trunca y la alternancia se redujo al quítate
tú para que me ponga yo. Frustración es el ánimo que envuelve la vida de
los oaxaqueños.
La coalición de fuerzas opositoras al PRI
que llevó a Gabino Cué Monteagudo al gobierno de Oaxaca no tuvo eficacia para
el ejercicio democrático del gobierno y agotó en un tris su capital político.
Gobernó igual que los priístas. Corrupción y simulación fueron sus divisas.
Gabino Cué llegó al gobierno de Oaxaca
atado de manos por sus múltiples compromisos políticos y económicos. Tantos que
en la Secretaría General de Gobierno, la oficina responsable de la política
interna, despacharon y despachan funcionarios formados en la cultura priísta.
Irma Piñeyro Arias, Jesús Martínez
Álvarez, Alfonso Gómez Sandoval, quienes fungieron como titulares de la
Secretaría General de Gobierno y Carlos Santiago Carrasco, se formaron en las
filas del PRI y aunque algunos de ellos mostraron sensibilidad, carecieron de
autonomía para actuar.
En áreas sensibles de la administración,
como en Salud, campeó la corrupción que devastó la prestación del servicio
médico. Hospitales y centros de salud sin medicinas, sin instrumental y sin
especialistas es el legado de la corrupción.
La política educativa quedó al garete,
sometida al vaivén de las movilizaciones magisteriales que enfrentaron cuatro
directores sin decisiones, hasta que sometido por el gobierno federal llegó el
golpe de timón que despojó a la sección 22 del SNTE el control del IEEPO.
En Finanzas y Obras Públicas, áreas tan
socorridas por las autoridades municipales prevalecieron la insensibilidad y la
galopante corrupción, al igual que Administración. Las denuncias sobre
escándalos ahí están, en espera que alguien las recoja.
Si
administrativamente el gobierno de Cué resultó un fracaso, políticamente fue
peor. La influencia del ex gobernador Diódoro Carrasco predominó en las
decisiones económicas y políticas que en un tris agotaron el bono democrático
del gobierno que ofreció el cambio y no cumplió.
La relación sumisa y convenenciera que
mostraron en estos cinco años los diputados locales que integraron las dos
legislaturas del sexenio de Cué, facilitaron la opacidad y escasa rendición de
cuentas. Los legisladores solaparon la corrupción a cambio de prebendas.
¿De qué otra forma podría explicarse el
irresponsable endeudamiento del gobierno de Oaxaca que tras recibir una deuda
de cuatro mil 500 millones de pesos la elevó a 18 mil millones de pesos? Cué
cuadriplicó la deuda con la complicidad de los diputados.
La desastrosa experiencia del gobierno
coalicionista de Cué podría pavimentar el regreso del PRI a la gubernatura de
Oaxaca, aunque si los opositores al priísmo vuelven a ganar, de no existir un
programa alterno, el PRI volverá a gobernar a los oaxaqueños.
¿Volverá a imponerse el priísmo de Diódoro
Carrasco con José Antonio Estefan o con Gerardo García Candiani? ¿Ganará el
priísmo que se esconde en el discurso anticorrupción de Robles Montoya? ¿O ganará
el PRI de Murat o el de Ulises?
Frente a la ineficacia y fracaso del
gobierno coalicionista, así como las disputas abiertas entre los grupos de
poder por el gobierno de Oaxaca, la sociedad oaxaqueña que ha visto crecer el
número de pobres en este sexenio, seguirá en la indefensión social.
¿Qué opción tiene la sociedad oaxaqueña?
Solo le queda la fuerza de sus votos. Sin embargo, a cinco meses de las
elecciones, lamentablemente no se observa por ningún lado la conjunción de las
fuerzas políticas bajo un programa alternativo de gobierno.
La sociedad solo observa el interés político
por el control gubernamental. No hay propuestas de políticas públicas que
empujen hacia la genuina transición que se quedó chata. La democracia en Oaxaca
se fue de paseo y en su lugar dejó la simulación, la corrupción y la impunidad.
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