Alberto López Morales
CIUDAD IXTEPEC, Oax.- Los rostros reflejaban desencanto e
indignación. El coraje, sin embargo, los unía. ¿Qué pasará?, preguntaban.
Mientras nadie ofrecía el bálsamo de la respuesta, la Policía Federal se
imponía, y frustraba la salida de la caravana de 300 migrantes al Distrito
Federal.
Para los
centroamericanos, dispuestos a encomendarse a los favores de la Virgen de
Guadalupe para que se cancele el programa Frontera Sur, fue un día duro,
difícil y muy tenso. Para los 300 policías federales y agentes migratorios, dispuestos
a impedir el paso de la caravana, también.
La historia comenzó desde la Semana Santa, cuando el
sacerdote fundador del albergue Hermanos en el Camino, de esta ciudad,
Alejandro Solalinde Guerra comparó el Viacrusis de Jesús con el martirio de los
migrantes en su periplo a Estados Unidos.
─La verdad, no
queríamos ir al Distrito Federal, pero tenemos muchos migrantes víctimas de
asaltos que reclaman un permiso especial para quedarse y para que las autoridades
de justicia de Oaxaca atiendan las denuncias por robos y asaltos ─,
justificó Solalinde Guerra.
Los robos,
asaltos y violaciones que sufren los centroamericanos crecieron desde que se
puso en marcha el programa Frontera Sur, en agosto del año pasado, y que con el
apoyo policiaco se impidió que los migrantes se transportaran en el lomo de La
Bestia, reiteró el prelado.
La salida de la
caravana de migrantes estaba prevista para las 10 de la mañana. “Tenemos tres
autobuses para irnos y saldremos a pesar de las amenazas del gobierno federal
de que nos van a detener”, señaló desafiante Solalinde Guerra, dos horas antes
de partir.
Para esos
momentos, las ocho de la mañana, unos 300 policías federales con el apoyo de
agentes migratorios desplegaban un gran operativo de contención en las
carreteras del Istmo, bajo la vigilancia del comisionado del INM, Ardelio
Vargas.
Sobre la
carretera Transístmica, a la entrada sur de La Ventosa, los policías
establecieron un primer filtro. Uno más se colocó en el cruce de la súper de
Ixtepec a Matías Romero y el principal filtro se ubicó a la entrada de esta
jeromeña ciudad, a la salida de la caseta de cuota.
La salida de los
300 migrantes empezó a retrasarse en el albergue Hermanos en el Camino. La salida
será a las 12:00 horas, se decía entre las voces del albergue donde los rostros
empezaban a mostrar el desencanto y la indignación.
Vino entonces la
enérgica denuncia de Solalinde Guerra, sumamente molesto tras cruzar una, dos,
tres llamadas telefónicas con senadores y representantes de la comisión de
derechos humanos del Distrito Federal.
─Rentamos
tres autobuses pero nos hablaron los dueños de la línea camionera que
recibieron amenazas de funcionarios federales de que serán detenidos y acusados
de traficar con centroamericanos y por eso no quieren mandar los autobuses ─,
indicó Alejandro Solalinde.
Al albergue no
llegaron los autobuses. En su desafío y molestia, Solalinde enfiló hacia la
salida poniente de la ciudad. Encaró en silencio a los policías federales
ubicados en ambos extremos de la súper, como si pasara revista y sin decir
palabra alguna se retiró seguido de los periodistas.
Minutos después
llegó al mismo lugar, en las inmediaciones de la gasolinera San Jerónimo, el
comisionado del Instituto Nacional de Migración (INM), Ardelio Vargas. La
instrucción dada desde la mañana no admitía duda alguna: la caravana de
Solalinde ¡no pasará!
Un día duro,
tenso, difícil para todos. Los rayos del sol caían sin clemencia. En la carretera
el calor se levantaba desde el asfalto ardiente. La espera, la tensión y el
calor fueron los elementos más explosivos para el mal humor que no apaciguaba
ningún bote de agua.
Solo llegó un
momento de distracción. Ocho normalistas, cinco hombres y tres mujeres que se
dijeron de la Normal Urbana del Istmo (Enufi), tuvieron la ocurrencia de cobrar
la cuota a los automovilistas en dos de las tres casetas. Fue de risa, hasta
que la PF les pidió que se retiraran.
Bajo el calor que
obligaba al incesante consumo de agua, el comisionado del INM, Ardelio Vargas
recibía reportes desde el albergue: no hay autobuses, parece que no van a salir.
Solalinde acaba de informar que hay amenazas contra los dueños de los
autobuses.
¡No pasarán!, era la consigna policial. Por
el celular, el comisionado del INM asentía y añadía: aquí nos quedaremos el
tiempo que sea necesario. No dio entrevistas. Hasta que esto se acabe les daré
la entrevista, pero ya escucharon y ya vieron: ¡No pasarán!, repetía.
En el albergue,
poco después de las 15:00 horas, el sacerdote Solalinde, anunciaba la
suspensión “momentánea”, la Caravana al DF, para proteger a los migrantes que quieren
ir a la Basílica de Guadalupe y pedir la cancelación del programa Frontera Sur
del gobierno mexicano.
Nada para nadie.
La pregunta sigue en el aire ¿Qué pasará? No hay respuestas que sirvan de
bálsamo. Y en medio de este día caluroso, duro, difícil y tenso, los rostros
muestran las crispaciones
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