Alberto López Morales
JUCHITÁN, Oax.- La
voz es casi apagada, temerosa y se escucha con un dejo de angustia. En ese tono
ausente, el uniformado azul admite que la vida de un policía, además de
precaria, transcurre lejos de la familia, pero muy cerquita de todos los
riesgos que uno puede imaginarse. En sus gestos y expresiones el hombre, que
todos los días del servicio de patrullaje carga un rifle conocido como R 15 que
pesa casi los cuatro kilos, resume cierta ansiedad por el estrés, orgullo por
su trabajo, coraje ante las ingratitudes
de la sociedad y de sus mandos y miedo frente al peligro.
“Guillermo”,
nombre ficticio de ese elemento de la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca
(SSPO), de los pocos de los dos mil elementos conocidos como “azules” o
“estatales” que cuentan con estudios terminados de bachillerato, desnuda la
vida cotidiana del policía, como los que desde hace una semana están en paro
para exigir incrementos en sus salarios que actualmente es dos mil 182 pesos,
sin considerar otros ingresos como la canasta básica de 473 pesos y el bono de
riesgo que asciende a 550 pesos.
−Los
policías estatales no estamos especializados para atender los eventos que
ocurren en Oaxaca, pero lo mismo los mandos nos envían a los bloqueos de
carreteras, que a los conflictos políticos o a los problemas agrarios, aunque
nuestra principal función es el patrullaje preventivo para garantizar la
seguridad pública, ─comenta “Guillermo”.
Apenas el 10 de
junio de este año, los policías Jeremías Toledo Castro y Juan Miguel Cruz
Zárate, murieron en una emboscada en el municipio de Cotzocón, donde habían
acudido a apoyar a agentes de la Procuraduría de Justicia que iban a ejecutar
varias órdenes de aprehensión derivadas de un conflicto poselectoral.
Costean su Prepa
lejos de la familia
La mayoría de los
policías estatales proviene de comunidades indígenas y carece de estudios de
bachillerato. “Casi todos solamente concluyeron la secundaria, pero el nuevo
sistema policial exige que se cuente con la preparatoria”. En ese contexto,
cada policía costea sus estudios en los sistemas abiertos del Cobao. “El único
apoyo que brinda la SSPO es el permiso que otorga los sábados para ir al
Sistema de Enseñanza Abierta (CEA), del Colegio de Bachilleres de Oaxaca”.
Por lo general,
revela “Guillermo”, cada policía tiene hasta tres hijos que cursan el nivel
básico de educación y en teoría, debemos estar al lado de nuestra familia un
promedio de seis días por cada mes de trabajo, pero… ante la acumulación de
eventos (conflictos, festividades, bloqueos) y ante la escasez del personal,
trabajan de largo hasta dos meses y de todas formas solamente “te dan seis días
de descanso al lado de la familia”.
─
¿Cómo resienten los hijos esas largas ausencias y cómo les afecta a ustedes?
─
Los hijos crecen al lado de la madre, pero tienen problemas de aprendizaje en
la escuela. La mamá dice que luego los maestros se quejan porque a veces los
niños se vuelven rebeldes, no completan la tarea y para nosotros la afectación
es más económica, porque uno como adulto sobrevive a la nostalgia, pero cuando
se prolonga la jornada laboral hasta dos meses, pues gastamos más en la
alimentación y en la compra de artículos de aseo personal, ──responde
“Guillermo”.
Cada policía tiene un
viático de 25 pesos para tres alimentos al día. “¿Quién puede hacer tres
comidas al día con 25 pesos?”, interroga “Guillermo” con las manos vacías
extendidas al aire. Por esa razón, explica, entre las principales exigencias de
los policías paristas está el incremento hasta por cien pesos de los viáticos
para alimentos. La semana pasada, la SSPO ofreció, en su primera respuesta
elevar los viáticos por ese concepto a 50 pesos.
“Equipos
anticuados y patrullas de la chingada”
El uniforme normal de
un policía estatal se integra por una casaca y pantalón azul. El fusil R 15 que
pesa casi cuatro kilos, dos cargadores con 30 balas calibre .223, un par de
botas, un casco balístico, fornitura y un anticuado chaleco antibalas que pesa
12 kilos que se usa cuando hay operativos.
“La ropa y las botas,
están desgastadas. En este año ¡no hemos recibido nada nuevo!”, admite “Guillermo”
en una mezcla de furia y desesperación.
─ ¿Y las patrullas?
Antes de su respuesta,
“Guillermo” suelta una enorme y prolongada carcajada. Después se pone serio,
jala aire y con la mirada retadora responde lacónicamente: ─Las patrullas están
de la chingada.
─Están de la chingada,
─añade, ─porque no hay un programa de mantenimiento. Los jefes siempre dicen
que no hay dinero y andan las camionetas corriendo con las llantas lisas y de
pronto se apagan a medio camino.
Es la voz de
“Guillermo”, un policía que sabe que debe salir a trabajar a la siete de la
mañana, pero que no sabe a qué horas regresará a su descanso. “A veces
regresamos a las tres de la madrugada y siempre hay que estar listos para salir
a las siete. Es el testimonio de ese policía que en gastos personales consume
un tercio de su salario y que ahora junto con el patrullaje para cuidar la
seguridad ciudadana, es solidario con sus compañeros paristas que exigen el
derecho a la jubilación.
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