|
La contaminación provocada por el derrame de crudo causó la muerte de unas 10 tortugas golfinas |
Alberto López Morales
SALINA CRUZ,
Oax.- Con los pies descalzos unos y otros cubiertos con sandalias descosidas,
parados sobre la ardiente arena invadida de coágulos negros y rodeados de
tortugas golfinas muertas bañadas de chapopote, los pescadores de Playa Brasil
miran hacia el ennegrecido mar y se preguntan: “¿Ahora de qué vamos a vivir si
no se puede pescar por la contaminación?”
Han transcurrido
once días desde que se hundió la monoboya tres de PEMEX frente a la costa de
Salinas del Marqués. Personal de la Terminal Marítima trata infructuosamente de
frenar el avance de las bolas de petróleo crudo que ya afectó las playas de
Punta Conejo, Brasilito, Azul, La Escondida, Guelaguichi y llegó hasta
Concepción Bamba y según el delegado regional de Protección Civil, Jesús
González Pérez, podría llegar a Huatulco, para el viernes.
En Playa Azul,
uno de los sitios más visitados por las familias del Istmo, no hay visitantes.
El silencio se rompe cuando el oleaje expulsa su indeseable compañía convertida
en grumos negros y viscosos sobre la blanca arena. Resignado, el pescador
Israel Cisneros Salva comenta que “por el derrame del petróleo” levantó su
equipo. Las redes o mallas duermen amontonadas bajo una vetusta enramada,
mientras él aprovecha para “parchar con pegamento” su lancha.
“Es inútil
pescar. La gente no quiere comprar el pescado con la contaminación. El mar
tiene mucho chapopote. Llevamos una semana sin ganar nada. ¿De qué vamos a
comer? Pues esperamos la ayuda del gobierno. Antes del derrame cada uno de los
50 pescadores que vivimos aquí, capturábamos por día al menos 50 docenas de
cocinero y unos 100 kilos de sierra que pagaban a 25 pesos por kilo. Ahora no
hay nada”, dice desconsolado.
A unos metros de
la playa, junto al fogón de una endeble enramada que muestra el nombre de
“Perla Coral”, doña Catalina García Domínguez truena los dedos. Admite que está
preocupada. “Nosotros vivimos de la venta de mariscos, pero ahora, con eso que
pasó, la gente no viene. El domingo había mucha gente, unos se metieron al mar
y salieron con el cuerpo cubierto de chapopote y todos se fueron”, explica.
Bajo las dos
enramadas de doña Catalina, unas 10 mesas y sus 40 sillas lucen vacías. No hay
visitantes. No hay ventas. No hay ingresos. “Tengo cinco hijos que van a la
escuela y no tenemos dinero. Mi esposo, Carlos Cisneros se fue a Salina Cruz a
ver si consigue ayuda para medio comer. Si no hay, creo que las mujeres vamos a
ir al palacio a reclamar la ayuda, porque es la primera vez que vivimos este
problema”, advierte. Las 15 palapas de Playa Azul, están vacías.
En Playa Brasil,
una pesquería ubicada entre Punta Conejo y Playa Azul, al poniente de este
puerto, las mujeres se muestran indignadas. Acababan de recibir la visita de un
enviado de la Profepa. “Ni su nombre nos dio”, dicen. En ese momento se retira
la subdelegada de la PGR, Blanca Sánchez, quien constató la muerte de unas 10
tortugas cubiertas de chapopote.
“Las tortugas
aparecieron hoy en la mañana de este martes. Ayer hicimos un recorrido y no
estaban. Vean, están cubiertas de petróleo crudo”, señala Artemio Aguilar
García, del grupo de buzos que viven de la captura de moluscos como ostiones,
almejas, lengua de perro y pata de cabra. “Nos hemos quedado sin trabajo y sin
ingresos”, comenta.
Desde Salinas del Marqués hasta Concepción
Bamba, pasando por Punta Conejo, Playa Brasil, La Escondida y Guelaguichi, algo
así como 22 kilómetros, la irritación crece en la misma medida que los coágulos
de crudo avanzan sobre la superficie del Golfo de Tehuantepec y las blancas
arenas de playa de las comunidades afectadas por el derrame.
En Playa Brasil,
las aves carroñeras se dan un festín con las tortugas muertas cubiertas de
chapopote. “Al rato van a llover zopilotes del cielo”, advierte, Carlos, el
pescador que guió a los periodistas a lo largo de un kilómetro donde se
observan las manchas del aceite viscoso y de grumos de crudo que vuelven a
ablandarse por el fuerte sol.
Los rostros de
los hombres que viven de la pesca y de las mujeres que comercializan los
productos del mar reflejan la desesperación. “Nuestra vida está aquí y ahora
nadie, ni PEMEX, ni las autoridades nos dicen cuándo podremos normalizar la
vida del pueblo que está inactiva. Llamamos a Profepa, a Semarnat, al
presidente, pero nada, nadie viene. Creo que no valemos”, expresan los
pescadores.
Entre ellos,
cruzan opiniones. Unos quieren cerrar la carretera costera 200, donde minutos
antes se volcó una pipa que derramó turbosina a un arroyo en la comunidad de
Las Cotorras, cerca de Santiago Astata, otros piden detener los camiones que
transportan víveres. Son expresiones que nacen de la desesperación. “No sabemos
qué hacer ni con quién ir”, admite el agente municipal, Augusto Ríos García.
A los pobladores
de Playa Brasil les preocupa además que las manchas de petróleo crudo lleguen a
la laguna de agua dulce “El Fraile”, donde la comunidad tiene un proyecto de
siembra y captura de camarón. “Estamos en los días de captura, si la marea sube
e inunda la laguna, pues de plano no sabemos qué pasará”, dice Ríos García,
rodeado de los pobladores en la agencia municipal.
Frente al drama
que viven los pescadores de Salinas del Marqués, Punta Conejo, Playa Brasil, La
Escondida, donde hay un campamento tortuguero, con casi cinco mil huevos del quelonio, amenazado por las
manchas de crudo, Guelaguichi y Concepción Bamba, se alza el silencio arrogante
de PEMEX, que “engañó al gobierno de Oaxaca al decir que el derrame estaba
controlado”, dijo el delegado regional de Protección Civil, Jesús González
Pérez.
“Si el derrame
persiste, en dos o tres días la contaminación podría llegar a las bahías de
Huatulco y entonces, todos pondrán el grito en el cielo porque ¿qué dirá el
turismo internacional si se meten al agua y salen cubiertos de petróleo como
ocurrió con los visitantes que se metieron al mar en Playa Azul y salieron con
el cuerpo manchado de crudo el pasado domingo?, preguntó.
Desde Playa Azul
o desde Playa Brasil, se observan las maniobras que realizan los trabajadores
de la Terminal Marítima de PEMEX en el sitio donde se hundió la monoboya, que
tenía parecido a una gigantesca mandarina que amamantaba a los enormes
buques/tanques de la flota petrolera que tenían el compromiso de surtir crudo a
los puertos del Pacífico Mexicano.
No hay forma de
contener el derrame que según PEMEX habría sido de mil litros de crudo mezclado
con agua y que ya fue controlado. “¡No es cierto!, puntualiza el dirigente de
los pescadores de alta mar Anselmo López, quien explica que de el cabezal de
playa hasta la monoboya hay tres kilómetros de una línea de 20 pulgadas de
grosor, lo que representa el derrame de 608 mil litros, equivalente a tres 824
barriles de crudo de 159 litros cada uno o igual a más de 12 pipas de 50 mil
litros.
Lo cierto es que
las inertes tortugas, cubiertas de petróleo crudo, siguen ahí, sobre la blanca
arena salpicada de coágulos negros y las escamas no se ven en la zona afectada
y frente a esa realidad que PEMEX guarda silencio, los pescadores ys sus familiares
preguntan una y otra vez: ¿Ahora de qué vamos a vivir?