lunes, 4 de julio de 2016

Niños migrantes de CA recibirán ayuda humanitaria

Alberto López Morales
Corresponsal

     CIUDAD IXTEPEC, Oax.- Con más incertidumbre que esperanzas, el hondureño Jhony  Montero Ávila, de apenas 14 años de edad, recogió sus escasas pertenencias y se dijo listo para partir hacia la Ciudad de México, donde iniciará una nueva vida lejos de la violencia que lo expulsó de su país.
     Con Jhony, van en total 45 adolescentes centroamericanos “no acompañados” a un refugio con el apoyo del Centro de Protección Internacional para Migrantes de Centro América. En dicho espacio recibirán ayuda psicológica y los prepararán para el estudio y el trabajo.
     “Esta es una experiencia inédita. Es la primera vez que el albergue “Hermanos en el Camino” organiza a los adolescentes que son expulsados de sus países no solo por el hambre y la miseria, sino también por la incontenible violencia”, detalló el sacerdote Alejandro Solalinde Guerra.
     Antes de la partida, los 45 adolescentes participaron en una misa en la capilla del albergue y después llegaron los abrazos en medio de rebeldes lágrimas que marcaron la despedida de los migrantes adultos y coordinadores del albergue con quienes convivieron más de cinco meses.
     “Espero que todo lo que sufrí quede en el olvido”, susurró el guatemalteco Edgar Hernández, de unos 15 años de edad, quien tras ingresar al país fue asaltado cerca de la población oaxaqueña de Chahuites. “Cinco vatos con pistolas y machetes nos desnudaron y nos quitaron el poco dinero”.
     Arropada por los adolescentes que más tarde abordaron las camionetas tipo suburban rentadas por el DIF municipal, la hondureña Nahomi no paraba de entrelazar las manos que llevaba a los labios para encomendarse a su Dios. “Es la única mujer del grupo de 45”, precisó Solalinde Guerra.
     Hondureños, salvadoreños y guatemaltecos, los adolescentes narraron que en sus respectivos países los grupos conocidos como “mareros” (pandilleros de la MS 13 y 18 que se disputan los territorios), “te secuestran, te violan, te obligan a matar”.
     “Es preocupante saber que del grupo de 45 adolescentes, ocho de cada 10 volvieron a ser víctimas de la violencia al ingresar a México. Fueron asaltados, golpeados, despojados de sus pertenencias, humillados”, relató el fundador del albergue “Hermanos en el Camino”.
     Alejandro Solalinde Guerra dijo que intentó que la atención humanitaria y la protección para los adolescentes centroamericanos se dieran en el albergue de esta ciudad o en la capital oaxaqueña, “pero no hubo condiciones”.
     En la Ciudad de México los adolescentes contarán con el apoyo de voluntarios de la UNAM y de los jesuitas de la Universidad Iberoamericana, quienes proporcionarán el apoyo psicológico para que “superen los traumas de la violencia” que han vivido en sus respectivos países.
     La renta del espacio físico donde los 45 adolescentes vivirán será pagada por el gobierno de la Ciudad de México y “ahí los muchachos recibirán orientaciones para que se preparen para el estudio o para que se desempeñen en algún empleo”, añadió el sacerdote Solalinde Guerra.
     El traslado del grupo de los 45 adolescentes a la ciudad de México comenzó a las 16:10 horas de este sábado a bordo de dos camionetas tipo suburban, mientras que en el albergue quedaron unos 200 centroamericanos, la mayoría, en espera de la visa humanitaria que debe darles el INM.
     “La mayoría de los migrantes que se quedan en el albergue son adultos, no adolescentes y esperan su visa humanitaria porque fueron testigos o víctimas de asaltos y violaciones a su ingreso a nuestro país”, explicó Alberto Donis, del equipo del albergue “Hermanos en el Camino”.
     En Centroamérica se vive una situación terrible que comenzó en el 2014 y nadie ha hecho nada para frenar la pobreza, la miseria y la violencia que han creado la crisis humanitaria. En México creen que con medidas policiacas se puede contener la migración, condenó Solalinde Guerra.
     Cada vez, añadió, son más los niños y los adolescentes que abandonan sus países y viajan expuestos a altos riesgos porque lo hacen sin la compañía de familiares adultos. Es necesario, adelantó, que México cambie su política migratoria porque la crisis humanitaria crecerá.
     Sentado en el piso de la capilla, arropando a Nahomi, la única mujer del grupo de 45 adolescentes, el hondureño Jhony Montero Ávila confió que no cree que su vida cambie. Su madre murió. Quedó huérfano desde pequeño y su padre lo abandonó y vive en Estados Unidos.
     “Hay esperanzas para todos”, les dijo Solalinde, antes de partir hacia la capital oaxaqueña, primera etapa del viaje rumbo a México con la compañía de la CNDH, mientras la misionera Fermina, quien colaboró un año en el albergue, se despedía llorosa. Va con los adolescentes

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