ALBERTO LÓPEZ MORALES
San Francisco
Ixhuatán y San Francisco del Mar son dos pueblos vecinos. Los une o separa,
según el cristal con que se mire esa relación, el río Ostuta. Ambos está
ubicados en la zona oriente del Istmo. Desde 1972 viven un conflicto agrario
provocado por el gobierno de Luis Echeverría. Ese conflicto ha dejado muertos,
viudas y huérfanos, así como casas, escuelas e iglesias incendiadas y sobre
todo un encono irresuelto por intereses políticos y económicos, aunque los
habitantes de ambas localidades vivan en medio de ancestrales signos de pobreza
y marginación. Unos más y otros menos, pero siguen abandonados.
San Francisco del
Mar y San Francisco Ixhuatán viven de actividades productivas diferentes. Los
pobladores huaves subsisten de la pesca, mientras que los zapotecas de Ixhuatán
trabajan la tierra y sobreviven de la exportación del melón y del mango y
trabajan la ganadería. Los primeros son comuneros y los segundos pequeños
propietarios.
Los dos pueblos
comparten una delgada línea divisoria de su geografía física. Entre un pueblo y
otro pueblo, que forman sus respectivas agencias, solo hay una polvorienta
calle. Aunque la geografía humana se ha impuesto porque hay mujeres de Ixhuatán
que se han casado con hombres de San Francisco del Mar y viceversa y esa nueva
generación de familias entrelazadas no quiere saber nada de problemas,
conflictos y menos de enfrentamientos. Entre ambos pueblos hay cruces
sanguíneos y cuyos descendientes quieren vivir en paz.
Pero a pesar de
esas aspiraciones, en ambos lados hay intereses que apuntan a todo, menos a
vivir en paz y han terminado por convertir a esos dos pueblos en vecinos distantes,
y lo más peligroso, con un discurso amenazante.
En 1972 el
gobierno de Echeverría Álvarez favoreció con una resolución presidencial a los
habitantes de San Francisco del Mar, al dotarles de 49 mil hectáreas de tierras
cultivables y de vocación ganadera. Como dicha resolución no se ejecutó, los
pobladores de Ixhuatán se quedaron con 22 mil hectáreas de tierras que ya
estaban en su posesión.
A 43 años de
aquella época, resurgen las voces e intereses para que ambos pueblos vuelvan a
tocar los tambores de guerra, de violencia y de intolerancia frente a la omisión
de las autoridades agrarias y del gobierno estatal que anda extraviado en la
búsqueda de la paz y el progreso que falsamente ofreció para desplazar al PRI y
que prefiere actuar igual que los priístas desplazados.
Para este sábado,
pequeños propietarios y autoridades de Ixhuatán recorrerán, con todo su
derecho, los más de 50 ranchos ixhuatecos amenazados por los dirigentes
comuneros de San Francisco del Mar que reclaman esas posesiones como suyas.
Nadie niega que
los comuneros huaves recorran la zona que reclaman como suyas, como nada impide
que los ixhuatecos hagan lo mismo desde su perspectiva de que esas tierras
están en su posesión desde antes de 1972, pero el sentido común obliga a que
ambas partes sean prudentes. Lo malo es que ambas partes acusan de que por la
cercanía del proceso electoral, hay intereses que empujan a la confrontación. Y
lo peor es que las autoridades agrarias y del gobierno de Oaxaca, sabedores de
los antecedentes de violencia entre ambos pueblos, no medien para evitar el
derramamiento de sangre que, como en años anteriores, solo abonan a favor del encono.
Desde el año
pasado, los comuneros de San Francisco del Mar recorrieron la misma ruta,
abrieron brechas, derribaron árboles, fueron a ponerle cuotas económicas a los
ixhuatecos posesionarios de las tierras. En ese entonces nadie del gobierno
estatal o federal intervino. Ante tal omisión, ahora los ixhuatecos irán a
solidarizarse con los suyos. Y en ese trayecto, en el que irán unas 500
personas a bordo de camionetas y con el decidido respaldo del edil panista José
Luis García Henestroza y la policía municipal, lo mejor que se puede esperar es
que nada se salga del control, porque de lo contrario, el domingo 15, las
lamentaciones serán demasiado tarde.
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