domingo, 23 de marzo de 2014

"La sangre de Colosio salpicó a mi familia": Othón Cortés

20 AÑOS DE LA MUERTE DE COLOSIO

Alberto López Morales

SALINA CRUZ, Oax.- “La sangre que derramó el licenciado Colosio el día de su muerte también salpicó a mi familia”, dice Othón Cortés Vásquez. “Estoy consternado por las afectaciones que provocó entre mis íntimos mi encarcelamiento en Almoloya”, confiesa.
En el recuento de los daños, Othón Cortés revela que su esposa Juanita, “se enfermó de diabetes, igual que yo. Mis hijos Lesly y Jonathan vivieron hasta la preparatoria con el estigma de que eran los hijos del que mató a Colosio”.
Las confesiones de Othón Cortés transcurren en la pequeña sala de la casa donde nació el 16 de enero de 1967. Es la cuarta visita que realiza en 18 años, desde que dejó el penal de Almoloya, acusado de ser el segundo tirador contra Colosio.
“El tiempo no perdona”, susurra, mientras observa en las paredes las fotografías del pasado reciente donde su madre Aurora, posa fuerte, alegre y arrogante, con el traje regional de la mujer istmeña, huipil y enaguas con flores bordadas a mano, al lado de su esposo Othón.     
Don Othón Cortés Trinidad “murió de tristeza” el primero de marzo del 2000. “Murió de diabetes que le causaron los problemas y el dolor de mi encarcelamiento”. Ahora Othón le pide a “Dios Todo Poderoso” que cuide de su madre, enferma de diabetes y con creciente ceguera.
La casa marcada con el número 810 de la avenida Cuatro Carriles del Barrio Espinal de este puerto petrolero ubicado a unos 260 kilómetros al sureste de la capital oaxaqueña, es el sitio donde Othón Cortés presume que están enterrados su ombligo y raíces de buen istmeño.
“Aquí aprendimos, desde niños, a ser respetuosos, a no mentir, a robar a no ser delincuentes. Esos son los valores que recibí de mis padres y tíos y aún los conservo, por eso, cuando me detuvieron por la muerte de Colosio, nadie  y de mi familia dudó de mi inocencia”, cuenta.
Doña Aurora ofrece unos jugosos chicozapotes, trae agua y recuerda que la segunda de sus hijas, Dalila, cumple años. Othón es el último de los cinco hijos. “Todos me ayudan con un poquito de dinero y más la pensión de mi esposo, pues ahí luchamos por la vida”, tercia doña Aurora.
Amoroso, Othón se levanta, abraza a su madre, le toma de las manos y rememora que “mi madre fue la primera persona que entró a verme al penal de Almoloya. La vi detrás del cristal blindado. Tenía el temple de las oaxaqueñas, el de una mujer fuerte y me dijo: ¡No estás solo!”.
“Ahí, por entre los huequitos del cristal blindado, la escuché decirme: Othón, estamos contigo. A tu familia la vamos a cuidar. Tu lucha por ti adentro. ¡Sabemos de tu inocencia! Fue la primera mujer que me dio fuerzas y valor que en su momento ocupé. ¡No se me olvida!”, exclama.
Salina Cruz y el olor del mar, dice, siempre estuvieron presentes durante su encierro en Almoloya. “Ahora que estoy en mi casa, disfrutando los manjares oaxaqueños y tomando agua de guanábana, recuerdo que todo eso soñaba en mi celda”.
Hoy Othón sueña con la justicia traducida en el indulto del presidente Peña Nieto, para que el estado mexicano deje de exigirle el pago de 18 millones de pesos producto de una contrademanda. Pide que le reparen el año y medio de su encarcelamiento y de las torturas.
     Mientras sueña el momento del indulto, Othón Cortés recibe de las manos de las tías Magda y María, tamales, queso, crema, totopos, chiles rellenos. “El miércoles que llegó a la casa, le preparé un rico caldo de pescado”, tercia su madre Aurora.
    Othón está contento de estar al lado de su madre. Está alegre de regresar otra vez a su tierra, a su casa, de donde salió cuando tenía once años, de la mano de su hermano Josué, quien se lo llevó a vivir en Tijuana, donde su vida y la de su familia, cambió drásticamente en 1994.
     Actualmente en Salina Cruz el olor del mar que tanto aspiró Othón en su niñez, ha desparecido. En la atmósfera porteña huele a gases que salen de las fumarolas de la refinería. En ese nuevo ambiente, Othón confiesa que el 23 de marzo de 1994 “nunca se me va a olvidar”.
     “Fue un día muy triste porque quebró mi vida y la de mi familia. Fue un momento duro, pero gracias a Dios estamos saliendo. Mi esposa y yo cumplimos 28 años de casados, mi hija se casa en este año, mi segundo hijo se recibe de criminólogo y el tercero ya va en la prepa”, revela.


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