Alberto López Morales
JUCHITÁN, Oax.-En
el comienzo de la Semana Santa, miles de indígenas zapotecos se reencontraron con
sus difuntos y convirtieron el panteón Domingo de Ramos en un valle de lágrimas
y anécdotas en medio de música, cervezas, garnachas, tamales de iguana y
dulces.
“¡Nuu guuchaachi
xhita!” (¡Hay tamales de iguana con huevos!), es el grito que pelea en los
pasillos del cementerio frente a las ofertas de dulces como la regañada
(tortillas de harina horneadas y azucaradas), la torreja y los ciruelos curados
en alcohol.
En el Domingo de
Ramos, inicio de la Semana Santa, los juchitecos y juchitecos cumplen con su
cita ancestral de acuerdo con la tradición de los indígenas zapotecas, llevan
flores a sus muertos, conviven hasta la media noche, comen tamales de iguana,
lloran y ríen ante los recuerdos.
“Desde que era
niña, mi mamá nos traía cada Domingo de Ramos al panteón a visitar a la abuela,
ahora vengo con mis hermanas a visitar la tumba de mi madre”, dijo doña Bertha Villalobos
Martínez, tras colocar ramos de rosas y crisantemos en la tumba de su madre.
Un día antes del
Domingo de Ramos, miles de hombres y mujeres terminaron de pintar, remodelar y
limpiar las más de ocho mil tumbas, donde en la última semana se recolectaron
unas 150 toneladas de basura y escombro por día, según el regidor de panteones,
Rolando Castillejos.
Poco antes de las
10:00 horas de este Domingo de Ramos, el panteón del mismo nombre mostraba un
ambiente de romería. Los pasillos se volvieron intransitables para quienes, con
palanganas de flores, intentaban llegar a la sepultura de sus familiares.
Elementos de
bomberos, vialidad, policías, técnicos eléctricos, choferes de pipas con agua,
de protección civil y de Tránsito del estado ayudaron desde las seis de la
mañana a ordenar el paso de vehículos, peatones y brindar la seguridad.
Desde temprano,
el panteón Domingo de Ramos mostró el rostro de un gran mercado donde mujeres,
como Laura Vásquez, ofrecían aguas, refrescos y cervezas. “Es una tradición de
Juchitán que en el inicio de la Semana Santa, todos venimos a visitar a
nuestros muertos”, dijo.
Los pasillos del
panteón lucieron los puestos de dulces típicos como las torrejas, los limones
rellenos de coco, de almendra con piloncillo, y las crujientes regañadas de
harina espolvoreadas con azúcar enrojecida con carmín.
Músicos con
instrumentos de viento y cuerdas terminaron por darle vida al panteón Domingo
de Ramos, convertido en un valle de lágrimas y anécdotas, mientras los
juchitecos, con cervezas y tamales de iguana en la mano, narraban con alegría
los gustos del difunto.
Domingo de Ramos
en entre los juchitecos, inicio de la Semana Santa, es una auténtica verbena para
los miles de juchitecas y juchitecos quienes, en medio del dolor por la pérdida
de su ser amado, esperarán pacientes la visita de sus difunto en el Día de
Muertos, a fines de octubre.
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