Alberto López Morales
MATÍAS ROMERO,
Oax.- Aterrorizada, confundida y presa de la ira, doña Lucero del Carmen López
Pérez, de 22 años de edad, tomó entre sus brazos a su bebé de año y medio y
empezó a correr por las calles de Rincón Viejo, que pertenece a Santa María
Petapa. “Había un fuerte olor a gasolina. No se aguantaba. Por eso salí, para
salvar a mi hija”, dijo tras explicar que huyó de su vivienda como a las tres
de la madrugada y en su frenética carrera para alejarse del penetrante olor del
combustible se topó con los policías municipales que la auxiliaron.
Una hora más
tarde y en medio de la oscuridad y el desconcierto, doña Eleuteria Cabrera
González, también salió corriendo de su vivienda con 10 niños, cinco de ella y
cinco hijos de sus sobrinas que trabajan de noche. Una patrulla de la policía
los rescató a todos y los trasladó al auditorio municipal “Ernesto Guzmán
Clark”, que para las cinco de la mañana del sábado tres de enero terminó por
convertirse en el refugio temporal de unas
207 personas damnificadas por un derrame de gasolina detectada desde el
mediodía del 31 de diciembre del año pasado.
El pánico que provocó
la estampida de los habitantes de Rincón Viejo no fue fortuito. Bajo las
viviendas humildes de la zona norte del Istmo hay un verdadero polvorín. Ahí
pasan los ductos de Pemex que transportan petróleo crudo, gasolina, isobutano,
amoniaco y muy pronto gas natural, desde Veracruz a la refinería “Antonio
Dovalí Jaime” que se localiza en el puerto de Salina Cruz. En la memoria de los
pobladores de la zona aún siguen golpeando las muertes de nueve personas por la
fuga de amoniaco que ocurrió el 20 de agosto del año 2013 en El Barrio de la
Soledad y más recientemente por el desalojo de las familias de El Polvorín, por
el derrame de gasolina que ocurrió el 25 de julio del año pasado.
Las 207
personas, 117 mujeres y 90 hombres, entre ellos 60 menores de edad y 30 adultos
mayores de 60 años, fueron atendidos por médicos y enfermeras del sector Salud,
informó el coordinador del área de Epidemiología de la Jurisdicción Sanitaria,
Carlos Maldonado Ramos. Un menor de edad fue internado durante unas horas al
hospital de Prospera por una leve intoxicación, una mujer embarazada sufrió
crisis nerviosa, 15 personas presentaron dolores de cabeza por la inhalación de
la gasolina que contaminó unos dos y medio kilómetros del arroyo Achiote que
desemboca en el río Malatengo donde más
al norte atraviesa potreros y áreas pobladas de las comunidades mixes de San
Juan Guichicovi, Pachiñé y Mogoñé y termina en las aguas del Golfo de México.
Bajo la guía de
los jefes policiacos de Matías Romero, Lázaro Zárate Estudillo y Juan Toscano
Ulloa, un grupo de periodistas llegó a uno de los puntos del arroyo Achiote
tras un breve recorrido en vehículos sobre una terracería accidentada y luego
de una sofocante y ascendente caminata de unos 15 minutos. Nadie preguntó nada.
El irritante olor de la gasolina venía de una quebrada río abajo, entre malezas,
pastizales y frondosos árboles impregnados del tufo del combustible. En el
sitio, unos seis ganaderos afectados con el derrame y que tuvieron que
desplazar a sus semovientes a otros potreros, denunciaron que la gasolina
derramada por una aparente toma clandestina de los “ordeñadores” de ductos que
operan impunemente en la zona, mató cientos de tortugas y peces de agua dulce.
“¡Miren!”, dijo uno de ellos sumamente molesto y hasta agresivo, al mostrar el
fondo de una cubeta de 19 litros cubierto de pececillos muertos. En medio del
arroyo cubierto de una espesa nata rojiza, unos hombres del pueblo contratados
por Pemex y enfundados en overoles color naranja y botas negras de hule
retiraban la gasolina entrampada en las barreras marinas y cordones
oleofílicos. “Esto no es nada, aquí apenas es el principio, más adelante hay
cientos de peces muertos y mucha gasolina que se derramó”, secundó un ganadero
que dijo llamarse Juan, quien reclamó a los periodistas con dos interrogantes:
¿Por qué apenas vienen? ¿No sabían que el derrame comenzó desde el 31 de
diciembre?
Los ganaderos
se reunieron en la sede de la agencia municipal de Rincón Viejo con
representantes locales de Pemex, entre ellos el ingeniero Manuel García
Vásquez, y ante la presencia de la agente municipal, Antonia de la Cruz Álvarez,
se les ofreció una serie de acciones a partir de la contención y recuperación
de la gasolina que contaminó poco más de dos y medio kilómetros del arroyo
Achiote, como el pago por los daños ambientales y por la reubicación del ganado
a otras áreas de pastoreo. Ahí de nueva cuenta floreció la desconfianza hacia
la empresa petrolera porque a juicio de los campesinos, en otros derrames de
gasolina y fuga de amoniaco, Pemex no ha asumido su responsabilidad al señalar
que los percances han sido provocados por ladrones de combustible y no por
ruptura de sus ductos.
Más tarde, en
el auditorio municipal “Ernesto Guzmán Clark”, habilitado como albergue para
las familias de Rincón Viejo, atestado de colchonetas económicas, vasos y
platos desechables de poliestireno expandido (unicel), en los que Pemex les
envió a las 10:21 horas del sábado una orden de cinco tacos como desayuno para
cada damnificado, también le llovieron reclamos al responsable regional de
seguridad de la petrolera, Pedro Pablo Jiménez. “Lo que para usted es un litro
de gasolina o un incidente ajeno a Pemex, para nosotros es pérdida de un día de
trabajo, es dejar nuestro hogar, es arriesgar nuestra salud”, le espetaron.
Ahí, entre los
damnificados, doña Nicolasa Cabrera Moreno, de 76 años de edad, movía la cabeza
de un lado a otro quizá en busca de alguna respuesta más efectiva. Ella enviudó
hace trece años y desde el 2012 sobrevive con la venta de productos de belleza,
entre fragancias y cremas. Vive sola en Rincón Antonio. Sus hijos, ya casados
“viven lejos”, revela. A ella la despertaron los vecinos, le dijeron “¡vámonos
que aquí huele feo!”. Se queja porque nadie, ninguna autoridad de Pemex o del
municipio de Santa María Petapa les informó de ningún riesgo. “Si el derrame ocurrió
en la mañana del 31 de diciembre, ¿por qué nadie nos previno?”, pregunta con la
mirada entristecida.
El director
regional de Protección Civil, Tore Knape Macías dio una explicación de lo que
ocurrió casi tres días después del derrame: Se derramaron millones de litros,
se contaminó casi dos kilómetros y medio del arroyo a pesar de que desde la
estación de bombeo de Donají, un poblado más al norte, Pemex cerró las válvulas
al observar una baja presión en su distribución, pero el olor de la gasolina se
sintió más fuerte en la madrugada del sábado porque hubo mucha neblina que
impidió que el olor se dispersara.
“¿Cuándo
podremos regresar a nuestras casas?”, preguntó Armando Cruz López, un joven
ingeniero de la construcción que trabaja en Tuxtla Gutiérrez, la capital de
Chiapas, quien llegó con su esposa a pasar las fiestas de Navidad y Año Nuevo
en la casa de su suegro. “Nos tomó de sorpresa, pero al final salimos como
salió toda la gente, apenas con la ropa puesta”, señaló incómodo porque, añadió,
debe preparar su salida a su trabajo en una empresa que construye condominios.
A las 17:12
horas, después que Pemex informó y firmó por escrito que no había riesgos de
explosividad o intoxicación, las 207 personas abandonaron el albergue temporal y
enfilaron el regreso a Rincón Viejo, con la advertencia de los pobladores de
que no descansarán en exigir que la petrolera agilice las labores de limpieza
del arroyo Achiote que forma parte de su vida y entorno. Funcionarios de Pemex
informaron que han sido contratadas 85 nativos para contener y retirar la
gasolina derramada a lo largo de dos y medio kilómetros del arroyo, mientras
que otras personas del lugar, revisarán con personal de la petrolera la
superficie de pastizales dañados por el derrame del combustible.
Antes de
partir, de nuevo las dudas: ¿El derrame fue provocado por una toma clandestina
de los que roban combustible? ¿O fue un derrame causado por el mal estado de
los ductos de Pemex que no han recibido mantenimiento desde hace años? ¿Por qué
la autoridad federal no investiga quiénes son los dueños de los potreros dónde
se descubren las tomas clandestinas? ¿Por qué los dueños de esos potreros no
denuncian que en sus tierras hay gente extraña colocando mangueras o metiendo
pipas? Hace poco personal de Pemex descubrió el tendido de más de un kilómetro
de manguera especializada para transportar gasolina, desde un potrero hasta la
carretera Transístmica. El derrame del 31 de diciembre, ocurrió 200 metros al
poniente del kilómetro 193 más 500 de la misma vía federal, la Transístmica,
pasando en dirección de sur a norte, metros adelante de las instalaciones
militares del 99 batallón de Infantería de la Secretaría de la Defensa
Nacional.
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