CRÓNICA
Alberto López Morales
CIUDAD IXTEPEC, Oax.- ¿Fue el placer de la nostalgia que trajo a José Murat a esta tierra de San Jerónimo, donde nació el 18 de octubre de 1949? ¿Fue el gozo de reunirse con sus amigos que militan en partidos disímbolos? ¿Vino a decirle a los ulisistas que está de regreso como Ave Fénix y que no lo den por muerto de cara al 2012? ¿Llegó para ponerle sal y limón a la herida que desangra a los evielistas que perdieron la gubernatura?
Solo José Murat y su silencio expresivo enmarcado en esa indescifrable sonrisa que forma la comisura de sus labios que sostienen el cigarrillo lo sabe. La realidad es que el hombre que con su peculiar estilo gobernó Oaxaca durante el sexenio de 1998 a 2004, regresó al Istmo y reunió a su alrededor a cientos de políticos que, símiles a soldados y oficiales, se declararon prestos a esperar la orden del general para iniciar otra cruenta batalla para ganar un nuevo combate, aunque ahora, de mayor importancia.
José Murat no pierde el estilo. Habla con una brusca claridad. Aun acostumbra el cigarrillo prendido entre los dedos o en los labios y echa placenteramente la bocanada de humo. Disfruta del tabaco. Está a punto de cumplir los 62 años de edad, pero no los aparenta, se ve fuerte como un árbol maduro de roble. Mientras habla, sus ojos estás fijos hacia los de su interlocutor. Pocas cosas lo distraen, como el cadencioso andar de una juvenil figura fémina que cruza el pasillo y se dirige al lobby del hotel. ¿Quién no voltea distraídamente tan solo ante el rítmico taconeo que rompe el silencio?
Con su experiencia política y mediática, el ex gobernador de Oaxaca quiere ser el entrevistador y hace las preguntas después de argumentar sus hipótesis: “¿No te parece que los gobiernos panistas han fallado?”, dice. Sus argumentos son sólidos. El ex presidente Fox y el presidente Calderón dejaron inconclusa la transición. Solo llegaron al nivel de la alternancia, pero han dejado coja, chata y muy limitada la transición.
José Murat está acompañado de sus amigos Juan Díaz Pimentel (ex secretario de Salud de Oaxaca), Germán Espinosa, el actuario que en el gobierno de Gabino Cué es director general del sistema de los Colegios de Bachilleres y ahí, en los jardines del hotel camina Flavio Baylis Gaxiola (ex de Finanzas), a quien no le importa que las enmarañadas canas le sobresalgan del sombrero y saluda efusivamente al reportero, quien responde de igual forma y le dice: Han pasado tantos años.
“¿Por qué y para qué quiere regresar el PRI a Los Pinos?”, se le pregunta a ese hombre enfundado en una guayabera blanca y pantalón oscuro que disfruta la presencia de su hijo Alejando Murat y de su nuera, dispuestos para ir a la vela de Ciudad Ixtepec a coronar a la reina de las festividades en honor a San Jerónimo doctor, invitados por Rufino Martínez Wong.
La sonrisa del ex gobernador rompe con el aparente rostro inmutable y desgrana lapidariamente las frases. En los dos gobiernos panistas, el de Fox y del Calderón, crecieron la pobreza, el desempleo y la inseguridad. Eso ha sido fatal, desastroso y lamentable, señala. Los gobiernos panistas no le cumplieron a México y por eso el PRI, con Enrique Peña Nieto, van a regresar a Los Pinos, para devolverles la esperanza a los mexicanos.
Murat, ex secretario durante largos años de la Comisión de asuntos internacionales del comité nacional del PRI y por ello viajero incansable del mundo, delegado a los encuentros de la Internacional Socialista y conocedor de los regímenes presidencialistas, dictatoriales y parlamentarios del viejo y nuevo continente le gusta el debate. Se considera un auténtico tribuno desde sus tiempos juveniles y universitarios.
Por esa razón no rehúye al debate que plantea el presidente del Senado Manlio Fabio Beltrones, sobre la necesidad de una reforma política en este año, que dé lugar a la figura de un gobierno de coalición. Por el contrario, vestido de luces, Murat, el polémico, el controvertido, el animal político que reapareció sobrado en el último informe de Enrique Peña Nieto, considera que es una propuesta interesante que vendría a “oxigenar la vida política del país”.
Pasa revista las experiencias que conoció en los países del continente. Inglaterra, España, Italia, Francia, donde hay Jefes de Estados y Jefes de Gobierno. Cuestiona que los jefes de estado sean figuras decorativas y dice que México tiene una tradición presidencialista. Pero puntualiza que la definición deberá ser tomada después de las elecciones del 2012, “para que el presidente que gane, dé el golpe de timón y convoque a la discusión sobre el tema”.
Es José Murat y su voz, su infaltable cigarrillo que una vez consumido tira al piso, lo aplasta a pesar de que enfrente de él, sobre la mesa de cristal que está en el centro de unos incómodos y duros sillones de tenue color amarillo está un cenicero de. Alrededor del escenario, atentos, están sus amigos, más que ex colaboradores, que al día siguiente (miércoles), serán más en un anti frugal desayuno que combina el caldo de las iguanas negras y verdes, jaibas, garnachas, camarones y demás especies típicas del sur de Oaxaca que son acompañadas con jarras de agua natural, café y de naranja y limones, frutos que sobran en la casa de don Felipe Orozco, en el barrio de San Sebastián de Tehuantepec, la capital espiritual del Istmo.
Para todos los que atestiguan la entrevista, fumadores empedernidos y nerviosos por el retraso para cumplir con el compromiso de la vela y deseosos de echarse lo más rápido un whiskito, piden que la entrevista concluya y hacen señas sobre sus respectivos relojes que casi envuelven las muñecas de la mano. “¡Es hora, ya nos vamos¿”, dijo imperativamente uno de ellos. La mirada de Murat fue fría, pero la voz calmada. Una pregunta más y nos vamos”, ofreció.
No puede despedirse sin sugerir algo sobre cómo o qué debe hacer el PRI de Oaxaca para que supere sus problemas de divisionismo, se le dijo.
La sonrisa de José Murat se amplió. Estaba a punto de soltar la carcajada. Se contuvo. Dio la impresión que esperaba la pregunta desde el primer momento o que quería que se la hicieran en cualquier instante. Parecía que daba respuesta a las interrogantes planteadas en el primer párrafo de este texto. Jugaba, con la mirada, con los testigos de la entrevista que expectantes, también deseaban una respuesta puntual.
En el PRI oaxaqueño hay dos dirigentes. El primero es Eviel Pérez Magaña, quien perdió ante Gabino Cué Monteagudo y aspira a ser candidato priísta al Senado de la República y el segundo fue nombrado la semana pasada y se llama Javier Mendoza Aroche, un priísta con un pasado cuestionado.
“Creo que el PRI de Oaxaca debe trabajar por la unidad de las ideas, no la unidad de papel. El CEN del PRI debe enviar a Oaxaca a un delegado con facultades para que se reúna con los dirigentes naturales, con las organizaciones priístas, con la militancia y con las individualidades para que busquen la unidad”, dice José Murat, autoproclamado como un ausente en la feria por el reparto de los cargos de elección popular.
“El PRI de Oaxaca, es un PRI inteligente, talentoso y que tiene su capital político más importante en su militancia. Es un PRI que no es de nadie, ni de uno, ni de dos o de tres y muchos menos es de la camarilla que gobernó Oaxaca en los últimos seis años”, puntualizó José Murat.
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