Juchitán Informa
Alberto López Morales
En su discurso de aceptación al cargo de secretario general del gobierno oaxaqueño, don Jesús Martínez Álvarez perfiló al menos seis retos que son, al mismo tiempo, la agenda que en ocho meses el gobierno del cambio no ha podido encarar por su contradictoria composición, la inexperiencia del gabinete, las pugnas por el control político y por la naturaleza política de los ancestrales conflictos sociales que se reeditan en Oaxaca bajo cualquier circunstancia.
1.- Como responsable de la política interior de Oaxaca, Martínez Álvarez se dirigió a los presidentes municipales para que se hagan cargo de los asuntos de su competencia.
2.- Pidió a los delegados de las dependencias del gobierno federal, que trabajen en coordinación con el gobierno de Oaxaca y los alcaldes oaxaqueños.
3.- A los integrantes del gabinete les exigió unidad interna para darle respuestas ágiles a los conflictos y anunció la creación de ocho subsecretarías en igual número de regiones de la entidad con plenas facultades resolutivas para evitar que las protestas lleguen a la capital.
4.- A los actores políticos y sociales que están en conflicto, les demandó un periodo de acercamiento. Paciencia, pues.
5.- Conocido por su estilo duro de gobernar, anunció que quienes violen la ley, serán castigados. No más privilegios e impunidad, dijo.
6.- Oaxaca, abundó, no puede aceptar como destino fatal nuevas expresiones de pobreza.
Al menos esos seis desafíos serán la prioridad del ex gobernador interino. Sin embargo, dada la complejidad de Oaxaca y los variados intereses políticos y económicos que predominan en la entidad y con el entorno electoral que está a la vuelta de la esquina, don Jesús Martínez Álvarez, como en el pasado, estará operando sobre un polvorín.
Los presidentes municipales, viven y reproducen la vieja cultura del paternalismo. Carecen de los suficientes resortes financieros para atender los múltiples reclamos de la población que van desde obras hasta conflictos por el transporte o de naturaleza agraria y por si eso fuera poco, no se conoce la experiencia de ningún presidente estableciendo un pacto político por la normalidad democrática y la gobernabilidad institucional. O sea, que no podrán atender ni siquiera los asuntos de su competencia.
Los delegados de las dependencias federales ya están en la precampaña y operan bajo el manto de la pelea que protagonizan Josefina Vásquez Mota, Ernesto Cordero, Santiago Creel y Alonso Lujambio, para ganar la candidatura presidencial. Desde que Gabino Cué tomó distancia de AMLO y se acercó a Marcelo Ebrard, los delegados federales prácticamente caminaron sin coordinarse con el gobierno de Oaxaca. Pareció que Calderón castigó a Cué, quien finalmente entendió el mensaje y declinó asistir al acto de apoyo al jefe del gobierno capitalino.
La cohesión interna que pidió Martínez Álvarez a los integrantes del gabinete pudiera ser interpretado como el clásico llamado a misa, donde va el que quiere. Los secretarios andan de las greñas hasta con sus subsecretarios por diferencias partidistas y muchos de ellos están con el ánimo de buscar espacios en ambas Cámaras y han desoído la petición de Cué en el sentido de que el que tenga una aspiración electoral, que renuncie.
El gabinete está semiparalizado. Los secretarios han dejado a Cué solo frente a la complejidad de los problemas y lo que es peor, han tomado partido en las intrigas palaciegas y se zancadillean mutuamente. Meter orden en el gabinete y pedirles la unidad interna, costará la renuncia de más de uno de los titulares de las secretarías.
Los actores políticos y sociales muestran un creciente activismo político. Van por el dinero disfrazado en proyectos productivos que en el régimen priísta tuvieron a manos llenas. Se mueven alrededor de los personajes políticos que buscan las candidaturas presidenciales de sus respectivos partidos políticos. No en balde tanto René Bejarano y Jesús Zambrano, del PRD ya vinieron a Oaxaca a pedirle a Cué que instrumente el programa de mezcla de recursos para los alcaldes de sus respectivas.
Los conflictos políticos, agrarios, sindicales y sociales de Oaxaca, alimentados por el encono y desatendidos ancestralmente están a la orden del día y sus componentes reclaman el cumplimiento de las amplias expectativas que generó la campaña electoral de Cué. Un periodo de acercamiento y de diálogo es esencial para que en Oaxaca disminuya la intensidad de los desencuentros, pero la clase política de la entidad está inmersa en la elección federal del 2012, que imposibilita la concreción de acuerdos.
Por otro lado, si algo reclaman los oaxaqueños en este gobierno es el combate contra la impunidad y el castigo contra quienes violen la ley. Sin embargo, hasta ahora no han obtenido respuestas ante el reclamo de justicia por tantas muertes y desapariciones acumuladas desde el 2006.
¿Qué ocurrirá con los actores sociales que bloquean las carreteras y vialidades y fomentan los enfrentamientos entre sus propios hermanos indígenas? Aplicarles la ley a secas haría insuficientes las cárceles de la entidad. La mano autoritaria del pasado no tendrá espacio en el presente, a menos que el propósito final sea el de confrontar a Cué con las organizaciones sociales y políticas que en el 2006 sacudieron a Oaxaca.
En más de una ocasión y bajo cualquier acto institucional, la expresión de que “La federación tiene una deuda con Oaxaca” ha terminado en convertirse en un lugar común. A pesar de los rimbombantes discursos y programas sociales, la pobreza y la marginación están en los rincones de la entidad.
Con el gobierno de Cué, el programa Bienestar, que tiene más tintes electoreros, se colocó como el instrumento para abatir la pobreza, pero solo arroja paliativos y no genera ni empleos ni riqueza.
El gobierno de Cué se percibe como uno más de los gobiernos del pasado que administraron pero no resolvieron los conflictos y no se valora como un gobierno de la alternancia que tiene la responsabilidad de empujar la transición mediante la articulación de un gran pacto político entre las fuerzas sociales, la iglesia, el empresariado, los académicos, la intelectualidad, el Congreso y los partidos por la gobernabilidad de Oaxaca.
Al final la clase política de Oaxaca no olvida su vocación antropófaga que dará al traste con el sueño de los oaxaqueños que en menos de un año empieza a decepcionarse del gobierno que se dieron masivamente en las urnas.
Twitter @alberticolopez
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